Mañana jueves de carnaval, recibo la octava sesión del veneno que cura. La octava de las ocho previstas, por lo que mañana, en principio, es la última. Digo en principio, porque en mi forma de pensar de ponerme siempre en lo peor para que el caso de que así sea estar preparado y en el caso contrario llevarme una tremenda alegría, pues no se que pasará.
Aquel 9 de octubre, fecha de la primera de mis sesiones, parecía muy lejano el mes de marzo, pero ha llegado y lo he hecho bastante bien para lo que yo esperaba. Es verdad que la quimioterapia no me está castigando demasiado en mi apariencia física. Eso, unido a que he cogido algo de peso, hace que la gente cuando me ve en persona o en fotos en la redes sociales celebran lo bien que me ven. Gracias a todos ellos, por cierto.
Pues ha llegado marzo, decía un profesor de Salesianos, que todo llega que los que no llegamos somos nosotros. Por fortuna ha llegado marzo y yo también he llegado. Los dos hemos llegado. En cuanto a los síntomas todos son internos, nada que haya cambiado mi aspecto físico, en cuanto a los síntomas que no se ven, ya habrá tiempo para comentarlos. Hoy no me apetece, es un día para celebrar que mañana afronto mi último ciclo. Lo hago con ilusión pero con nervios e incertidumbre, porque aunque ya sepa a lo que voy, cada sesión es diferente y tengo miedo a la posible reacción que me pueda dar. Que dicho sea de paso, la mayor reacción la tuve en la segunda y un poco, en un par de ellas después de esa segunda.
Pues eso, mañana jueves de carnaval, me gradúo en quimioterapia con mi octava clase, espero estar a la altura de las circunstancias. Gracias a todos por el apoyo y los ánimos todos estos meses.
