Os dejo aquí mi última columna para Universo Gaditano. Espero que os guste y si no es así, que por lo menos respetéis mi opinión.
Con permiso del Director de este periódico, la
temática de mi articulo varía de temática, y de hablar de Carnaval, como venía
siendo habitual, pasamos a hablar de Semana Santa. Por eso, allá vamos.
Llega una nueva Semana Mayor
y espero vivirla intensamente como he vivido las anteriores y a mi manera. Por
eso y a modo de preámbulo quiero compartir con todos los lectores mi relación
con la Semana Santa de Cádiz, una relación que comienza hace muchos tiempo,
cuando contaba con apenas seis o siete años, saliendo como “penitente” de la
Oración en el Huerto. Con todo el ritual que conlleva salir de “penitente”,
como por ejemplo, ir, siempre de la mano de mi madre aquellas primeras Semanas
Santas, a recoger mi “control de salida” para poder luego desfilar con mi
cirio, incluso con codal, que también lo he hecho. En esos inicios cofrades
saliendo en las primeras “secciones” del Cristo hasta poco a poco ir retrasando
mi lugar en las “secciones” que acompañaban al Señor de San Severiano. Años más
tarde compaginé mi salida en la Hermandad de Puerta Tierra con mi salida varios
años en la Archicofradía de la Palma. Por herencia familiar en este caso, ya
que mi padre q.e.p.d., hermano de la hermandad viñera, fue el que me hizo
continuar saliendo por él. Años acompañando al Cristo de la Misericordia cuando
en su recorrido incluía pasar por los patios del Hospital de Mora. Al llegar la
mayoría de edad, como a tantos y a tantos gaditanos, sentí la necesidad de
introducirme debajo de un paso para “cargar”, y lo hice cargando varios años el
paso de misterio de Sanidad. Cuando se hacían recogidas gaditanas, que no son
ni mejores ni peores que otras, pero eran nuestras. En aquellos años cuando el
Cristo de la Salud, una vez en el casi en el dintel de Santa Cruz, bajaba de
nuevo la empedrada cuesta de la Catedral vieja para buscar al palio y juntos
hacer una recogida “gaditana”. Hablo por supuesto de años en los que dicha
hermandad salía en la Madrugada del Jueves Santo. ¿Hay mayor privilegio que
salir en el día grande de la Semana Santa? Pues aquí se renuncia a ese
privilegio.
Luego por mi trabajo, tuve
la inmensa suerte de llevar a través de las ondas la Semana Santa de Cádiz
junto con José Antonio Rivas, Jesús Devesa, Belén Mata,... Como nos gustaba
decir a nosotros y presumíamos de ello: “Escucha la Semana Santa de Cádiz, de
la forma más gaditana que puedes hacerlo”. Fueron seis años. Cinco desde un
balcón de la Plaza de La Catedral y uno desde la calle Novena. Desde el año
pasado, por las circunstancias de la vida, la vivo de otra forma. Como público,
parte muy importante de todo esto, pero que muy poco se le tiene en cuenta.
También estupenda y maravillosa esta forma de vivirla, ya que lo hago
acompañado de mi familia y que si el año pasado éramos tres, este año ya somos
cuatro. Todo ellos salpicado con presentaciones de actos cofrades, conferencias
que he pronunciado o la Exaltación de la Saeta que tuve el honor de realizar en
la Merced en el año 2009. Y algún acto que tengo que presentar aun en esta
cuaresma en la que nos encontramos. Pues, con todo eso que he relatado y que
llevo en mis alforjas, me dispongo a vivir una nueva semana santa. A vivir mi
semana santa. La de las recogidas gaditanas, la del control de salida, la de
los penitentes, la semana santa de Cádiz donde sólo había dos Nazarenos, el de
Santa María y el del Amor, la del Hermano Varilla, la de las tiraitas, la de
leer cada día el Diario destilando gaditanismo en cada una de sus páginas
cofrades, no como ahora. Esa es la Semana Santa mía, esa y no otra. No la de la
papeleta de sitio, ni la de los nazarenos, ni la de las chicotás o revirás, ni
tampoco la de los tramos y mucho menos la de los diputados de tramos. Esa no es
mi Semana Santa y por fortuna tampoco la de muchos gaditanos por mucho que se empeñen
algunos en convertir esto en una copia, pero en mala. Y punto
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